
Feldenkrais tenía una habilidad muy especial para hacerse preguntas.
Una de las preguntas que me sorprendió en sus escritos, y que guía su trabajo: ¿Qué es un ser humano? ¿Qué nos hace humanos?
De esas preguntas surge el tema de la libertad de elección, del libre albedrío.
¿Por qué elegimos lo que elegimos? ¿Cuán libres somos para elegir? ¿Elegimos?
Lo que hacemos como adultos ha pasado por un proceso de aprendizaje, más o menos sofisticado, y en general lo hemos automatizado. Hemos formado patrones que nos facilitan nuestro día a día. Como atarse los zapatos, que supondría una ardua tarea cada día si no lo hiciésemos ya de forma automática y sin esfuerzo.
Tenemos patrones para movernos, patrones emocionales, patrones cognitivos… Tenemos un gran repertorio de respuestas automatizadas, rápidas, que no necesitan ser pensadas, pero que no son tan fácil de modificar una vez iniciadas.
Las respuestas automáticas son indispensables en nuestro día a día pero no siempre son las más adaptadas a las necesidades del momento, y puede ser que se conviertan en un obstáculo, o necesitemos actualizarlas a nuevas circunstancias.
El método Feldenkrais no da respuestas.
No da, en ningún modo, la manera correcta de… De estar de pie. De caminar. De sentarse. De ponerse la chaqueta.
Propone hacerse preguntas. Propone entrar en un proceso donde uno puede crecer.
Revisar las respuestas automáticas.
Y elegir cada vez más, cada vez mejor.
La práctica de la autoconciencia a través del movimiento es un entrenamiento que potencia nuestra habilidad para estar presentes al momento, escuchar lo que hacemos y cómo lo hacemos, crear opciones y optar entre aquellas que nos acercan más hacia donde nos interese y nos permiten ser más nosotros mismos.